No podemos servir a dos amos
El
mercado está convirtiendo a los seres humanos en mercancía y meros
instrumentos al servicio del enriquecimiento de los magnates que
dominan los mercados.
En
el llamado progreso las personas cuentan cada vez menos y, si alguien
alza la voz criticando el modelo del capitalismo voraz lo llaman
retrógrado
enemigo del progreso cuando de lo que se trata es de hacer una
crítica lúcida.
Los
mercados son una realidad que pueden tener una función social
interesante, pero deben estar sometidos a las reglas y normas del
bien común. La búsqueda insaciable de lucro a cualquier precio, la
eliminación de restricciones “consenso de Washington” nos han
dejado en una situación en la que los que dominan de los mercados
gobiernan la vida de las personas y los pueblos y son amos y señores
de todo y de todos.
No
desaprovechéis una buena crisis
dijo M. Freedman, considerado padre del neoliberalismo económico y
define muy bien lo que está pasando:” No hay más remedios…No
nos gustan los recortes pero son necesarios…” ¿Cómo pueden
decir que no les gustan los recortes si no saben el sabor que tienen?
¡Ellos no los han probao!
El
problema es que al ser humano le han quitado la dimensión
trascendente y se ha quedado reducido a buscar siempre el
tener más
bienes materiales en lugar de ser
hermano con los otros.
A
pesar de que el mundo moderno está infestado del virus “tener”,
hay
alternativa:
abandonar la idea o criterio de progreso económico que ha generado
un consumismo desenfrenado y destructor del planeta y apostar por un
mundo donde la lógica imperante sea la cultura del don, la entrega,
el esfuerzo, el reconocimiento de la dignidad humana… Aquí nuestra
Iglesia tiene mucho que decir y hacer, y
la Iglesia somos todos.
“¿Hasta
cuando vais a caminar con muletas? Si el Señor es el Dios verdadero
seguirle (1 Re 18,21) No podemos servir a dos amos. Servir a Dios
como propuso Jesús es servir al amor, la solidaridad, la justicia
del Reino y el compromiso por los otros. Muchas veces la Fe en el
Dios de Jesús exige salirse de los carriles sociológicos. No basta
ser creyentes, hay que ser creíbles.
H.
Elia Rodríguez