Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación


El papa Francisco ha decidido instituir el día 1 de septiembre como Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, celebrándolo así junto a la iglesia ortodoxa que viene haciéndolo ese mismo día desde hace muchos años.

Con ello el papa pretende que los cristianos nos convirtamos de una forma activa y coherente en custodios de la Creación. “Como cristianos, queremos ofrecer nuestra contribución para superar la crisis ecológica que está viviendo la humanidad”, dice el papa en la carta dirigida a los cardenales Turkson, presidente del Pontificio Consejo de Justicia y Paz, y Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos.

Para un cristiano, la contemplación de la maravillosa obra de Dios que es la Creación debe ser, en primer lugar, un motivo de acción de gracias por ese legado que Él ha puesto en nuestras manos para su cuidado y protección. Pero debe ser también un motivo de petición de misericordia por los pecados cometidos contra el mundo en el que vivimos.

Como cristianos estamos llamados a una conversión ecológica que nos lleve a adoptar nuevos estilos de vida más coherentes con lo que implica dejarse encontrar por Jesucristo.

Conscientes de que tenemos un origen común y un futuro compartido, debemos vivir nuestro compromiso cristiano cuidando la fragilidad de este mundo. El cuidado de la Creación nos llevará a observar nuestro estilo de vida y ver en cada momento si nuestro día a día es fiel a este objetivo. Entonces nos daremos cuenta de que muchas de nuestras acciones tienen que ser modificadas. Debemos tener presente que la Tierra es de todos y no es cristiano, ni coherente, consumir los recursos del planeta como si fuesen inagotables, o pertenecieran solo a una parte de la humanidad. El cambio climático, principal problema medioambiental actual, traerá consecuencias graves para todos los habitantes de la Tierra. Si no se revierte la tendencia del calentamiento global, todos los seres vivos, incluido el hombre, sufrirán los efectos catastróficos que se han descrito en numerosas publicaciones, pero serán sobre todos los pobres los que pagarán las consecuencias provocadas por el modo de vida de las personas ricas, entre las que nos encontramos. Pero no es el único problema que tiene la Tierra: la escasez de agua potable en muchos lugares, la deforestación, la contaminación, el uso abusivo de recursos, la acumulación de desechos, la pérdida de biodiversidad… hacen que sea esencial pasar ya a la acción. La crisis ecológica es también una crisis social y una crisis moral. Por eso es vital que reduzcamos nuestro consumo y que abandonemos la práctica de usar y tirar: reciclar y reutilizar se deben convertir en prácticas habituales. No nos podemos seguir comportando como el rico Epulón que deja solo las migajas al mendigo Lázaro. Recordemos que en el evangelio, Epulón es arrojado de la presencia de Dios.

Tenemos que recuperar los distintos niveles del equilibrio ecológico: el interno con uno mismo, el solidario con los demás, el natural con todos los seres vivos, el espiritual con Dios. Esto nos llevará a una profunda conversión interior que nos hará vivir con pasión el cuidado del mundo. Pero no basta con un cambio personal; este, aunque necesario, es insuficiente. Por ello, el papa habla de que en esta Jornada de Oración, las comunidades eclesiales también deben implicarse. Es una llamada a todo el Pueblo de Dios. “La conversión ecológica que se requiere para crear un dinamismo de cambio duradero es también una conversión comunitaria” (LS, 219). Por ello, como cristianos estamos obligados a incidir socialmente con propuestas concretas y a unirnos a otros para que entre todos construyamos una sociedad más equitativa preocupada por compartir más que por acaparar y mantener un exceso de bienestar que no cuenta con los que tienen poco o nada.

La austeridad, lejos de verla como algo opcional para determinadas personas, deberíamos considerarla como un nuevo estilo de vida que nos lleve a vivir con poco y a agradecer en todo momento lo que tenemos: “es un retorno a la simplicidad que nos permite detenernos a valorar lo pequeño, agradecer las posibilidades que ofrece la vida sin apegarnos a lo que tenemos ni entristecernos por lo que no poseemos. Esto supone evitar la dinámica del dominio y la mera acumulación de placeres” (LS 222).

Es necesario que recuperemos el sentido de que nos pertenecemos los unos a los otros, y que, por tanto, tenemos responsabilidad para con los demás, especialmente para con los más frágiles o débiles. Este cuidado mutuo se debe extender también al terreno de lo civil y de lo político. De esta manera, globalmente, se pensaría en grandes estrategias llevadas a detener el deterioro medioambiental.

El papa dice en Laudato Si: “Estamos ante un nuevo estilo de educación ambiental. Antes era información y prevención, ahora se trata de de incluir la crítica a los mitos de la modernidad: individualismo, progreso indefinido, competencia, consumismo, mercado sin reglas.”

Isabel Cuenca Anaya
Secretaria General Justicia y Paz


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